Vender silencio

Tenemos muy asumido que la experiencia de la vida en ciudad es eminentemente ruidosa: el perpetuo sonido del tráfico, infinito e incesante, domina el espacio construido y se erige en rey del espacio sonoro urbano. Murray Schafer, que acuñó el término de paisaje sonoro a principios de los años 70 para referirse a la totalidad de sonidos que escuchamos desde una determinada localización en un instante dado, ya nos advirtió que la situación empeoraría: de los entornos abiertos de alta fidelidad, con multitud de sonidos que no luchan entre sí, que percibimos armónicamente y que dominaban la vida cotidiana en el pasado, pasaríamos inexorablemente a estar inmersos en paisajes muy reducidos acústicamente hablando, llenos de sonidos compitiendo unos con otros en feroz lucha y donde primaría la ley del más fuerte, una configuración de baja fidelidad que es el pan nuestro de todos los días cuando ponemos un pie en la calle. Un coste más del progreso, ese mal menor que lleva asociado vivir en sociedades cada vez más avanzadas. Sin embargo, el paso del tiempo nos da perspectiva para ver que quizás el panorama no resulta tan sombrío.

Esa tecnología que ha transformado por completo el paisaje sonoro de nuestras ciudades también ha evolucionado para traer la redención a muchos de los problemas que había ocasionado. La llegada de los vehículos eléctricos es un rayo de esperanza en la configuración sonora de nuestras ciudades, abriendo la posibilidad a una sustancial reducción de la emisiones acústicas y a una capacidad de intervención sobre el entorno como nunca antes habíamos soñado. Las grandes compañías del sector, como Vespa, comienzan a darse cuenta de los avances en esta dirección y, ya sin mucho disimulo, comienzan a vender silencio, a cautivar a los posibles compradores con la reconstrucción de un paisaje sonoro lleno de matices que nuestros actuales vehículos contribuían hasta ahora de forma decidida a destruir. Ahora, el poder no lo concede ir a lomos de una ruidosa moto de gran cilindrada, sino escuchar los latidos de tu corazón mientras paseas con tu moto eléctrica por la gran ciudad. Reconociendo que queda mucho por hacer y que tenemos que ir más allá de una mera campaña de marketing, la buena noticia es que el silencio se ha puesto de moda.